Anna Catarina Emmerich

Revelaciones Historia

¡La santa a quien Dios contó detalladamente la Historia de la humanidad, su vida y pasión entre nosotros, y predijo el futuro actual hasta su venida gloriosa!

Ana Catalina tuvo numerosas visiones religiosas, pero entre todas las más destacadas fueron, sin duda, aquellas en las que se revelaban los episodios bíblicos tal como sucedieron, en las que Mel Gibson basó su famosa película “La Pasión de Cristo”.

Y estas revelaciones bíblicas comenzaron en el libro del Génesis.

Ana Catalina comenzó a vivir estas revelaciones desde muy temprana edad, cuando apenas tenía cinco años, aunque las apariciones se dieron a lo largo de su vida; no lo eran, los ensueños de una niña.

Su encuentro con Cristo se produjo al mediodía de cierto día de 1798, a la edad de veinticuatro años, mientras rezaba ante un crucifijo en la iglesia jesuita de Kösfeld.

Fervientemente controlada, murmuró las palabras en voz baja, con extrema precaución, como si tuviera miedo de preocuparse por su mera presencia. Apenas se atrevió a levantar la cabeza y mirar a Cristo crucificado.

A partir de ese día todo fue diferente: en una inesperada sucesión de acontecimientos, la imagen de Nuestro Señor -a la que observaba por el pudor de su timidez- se acercó ofreciéndole en una de sus manos una guirnalda de flores y una corona. de espinas en el otro. Invitada a elegir, Catalina eligió lo último, que el Señor le ayudó a poner en su cabeza. Ana Catalina portó la corona mística, la cual le causó extremo dolor, desde ese día hasta el día de su muerte.

Las espinas no serían los únicos signos con los que Cristo la distinguiría. Después de diez años los estigmas empezaron a aparecer, primero en los pies y luego en las manos. También tenía heridas de lanza en el costado derecho y dos cruces en el pecho, una en forma de cruz latina y otra en forma de Y griega.

Los estigmas, que desembocaron en escándalo, llevaron al vicario general de la diócesis a someter a Ana Carolina a un profundo análisis que duró casi tres meses, incluyendo la supervisión continua -durante diez días- por parte de veinte vecinos encabezados por un médico, que acompañaba la monja durante veinticuatro horas al día. La conclusión, que contradijo las esperanzas de los detractores de los milagros, fue que “las heridas sangraban sin intervención humana, y que la mujer estigmatizada vivía en ayuno casi completo”.

Los estigmas de Ana Catalina en pies y manos fueron cerrados a partir de 1818, porque el dolor era demasiado intenso y pidió a Jesucristo que se los quitara. Sin embargo, cada Viernes Santo volvían a abrir, cuando la pasión se reavivaba.

Ana Catalina Emmerick era una joven alemana de Westfalia, muy cerca de la frontera holandesa. Quinta hija de una familia pobre que tuvo nueve hijos, intentó tres veces ingresar en un convento, pero fue rechazada porque la situación económica de la familia no le permitía aportar la dote que entonces se exigía en las congregaciones. Así fue como costurera, empleada doméstica y agricultora durante muchos años, antes de ser aceptada en 1802 por las hermanas agustinas en la cercana ciudad de Dülmen.

Su estancia en el convento duró sólo diez años, hasta que en 1812 -el mismo año en que aparecieron los estigmas- el gobierno revolucionario decretó la exclaustración forzosa de Ana Catalina, quien encontró refugio en casa de su hermana confesora, quien quedó asombrada al ver que había traído a la casa a alguien capaz de curar a los enfermos y consolar a los afligidos que, en creciente procesión, se acercaban a su lecho. Porque la monja ya estaba postrada en cama y lo estaría para siempre.

El nombre de Ana Catalina pronto se extendió por la región, atrayendo a personas de todas las condiciones que buscaban la atención de quien se encontraba físicamente discapacitado. Preocupadas por el alcance de tales “supersticiones”, las autoridades decidieron tomar cartas en el asunto, y en 1819 sometieron a Ana Catalina a nuevos y exhaustivos exámenes. Esta vez fueron las autoridades civiles prusianas las que quisieron poner fin a lo que calificaron de comedia. Luego enviaron una sección completa de infantería para escoltar a los cuatro comisarios de policía para llevar a cabo la investigación. Sin la menor consideración, trasladaron a Ana Catalina a una enorme habitación vacía donde permaneció tres semanas seguidas; El resultado fue demoledor, ya que las autoridades quisieron demostrar que la monja estaba cometiendo fraude pero, lamentablemente, los miembros de la comisión tuvieron que dar fe de su total honestidad.

Fue por estas fechas cuando a Ana Catalina le apareció una visita inesperada: el escritor Clemens Brentano. Brentano, autor romántico, famoso en toda Alemania, intentaba superar un pasado personal y político turbulento cuando su amiga Luisa Hensel, a quien el poeta admiraba ardientemente, se hizo luterana y le aconsejó acercarse a Dülmen.

Para Brentano, encontrar a Ana Catalina fue la salvación, por muy desesperado que estuviera por haber perdido a los tres hijos que había concebido su esposa y, en el tercer nacimiento, a su propia esposa. Por supuesto, supuso que una concatenación de coincidencias aleatorias fue lo que lo envió hasta allí, pero Ana Catalina le advirtió desde el primer momento que lo estaba esperando. “Peregrino”, lo llamó, porque así llamaba ella a las visiones que venía teniendo desde hacía algún tiempo: “Moriré cuando te lo haya contado todo, y tú prepararás todo correctamente y sólo entonces podrás morir”. también".

Desde pequeña Ana Catalina tuvo visiones relacionadas con temas religiosos. En los últimos años, estos se han referido continuamente a pasajes de la vida de Cristo y de la Virgen María. Revelaron secretos sobre el futuro de la Iglesia y del mundo, que Brentano también pondría por escrito. El hombre permanecería con ella durante los últimos seis años de su vida, apenas moviéndose de la cabecera de su cama. Tal fue el impacto que la monja tuvo en él.

Brentano fue testigo de la honestidad de Ana Catalina. Vio que ella no comía y que comía exclusivamente de la forma sagrada, que eligió con sólo un poco de agua para facilitar la deglución.

Brentano recogió, a lo largo de los años de la vida de Ana Catalina, aquellas visiones, así como algunos otros episodios de la historia sagrada y del futuro. Lo que la mujer le reveló lo publicaría bajo el título “La Amarga Pasión de Cristo” porque en él se manifestaba sin ningún tipo de edulcorantes, muy detallado y alejado del estilo casi notarial de los Evangelios, el sacrificio atroz del Salvador.

Ana Catalina fue testigo en sus visiones del trato brutal que recibió Jesús, de las humillaciones a las que fue sometido, del duro sufrimiento de la Virgen María. No escatimó detalles en sus descripciones: “...lo golpearon tan violentamente con la corona de espinas, que los ojos del Salvador se inundaron de sangre (...) Jesús sufrió una sed horrible; sus heridas le dieron fiebre y tenía frío; su carne se desgarró hasta los huesos, su lengua se contrajo y la sangre sagrada que manaba de su cabeza “enfrió su boca entreabierta y ardiente…” La pasión de Jesús, que revivió con enorme dolor no sólo en su carne, sino También en su espíritu, no fue la única revelación de Ana Catalina. También se contó la vida de María, así como numerosas profecías sobre el futuro de la humanidad y de la Iglesia católica.

Ana Catalina pocas veces precisó a tiempo las cosas que sucederán. No mencionó fechas, pero presentó los acontecimientos de forma interconectada. Sin embargo, por la articulación de la historia, podemos concluir que ella nos contó cosas que nos son familiares. Y en algunos casos nos dio un ancla un poco más firme, como cuando asegura que “Lucifer sería liberado por algún tiempo, cincuenta o sesenta años antes del 2000; aunque algunos demonios fueron liberados primero, para castigar y tentar al mundo..."

En sus profecías presagió la existencia de dos Iglesias dentro de la obediencia romana, porque dentro de éstas habría apostasía generalizada, traición al Papa y falso ecumenismo. Una situación así conducirá a una ruptura dentro de la Iglesia.

Al mismo tiempo, el mundo despreciará la verdadera religión, creando una “crisis universal”. Habrá señales de que la Iglesia católica está colapsando en las reformas litúrgicas, lo que conducirá a una relativización de la sobrenaturalidad, también apeló a la necesidad. preservar las oraciones en latín y rezar en lenguas vernáculas, porque “las oraciones en latín son mucho más profundas e inteligibles”. Vio cómo conducirían al desastre católico. Los enemigos de la Iglesia surgirán de dentro, hablando a veces de la fe, de un cristianismo vivo, pero despreciando y ultrajando a la santa Iglesia y poniéndose por encima de todo poder y de toda jerarquía, y éstos lo saben. ni sumisión ni respeto a la autoridad espiritual... presuntuosos, pretenden entenderlo todo mejor que los santos doctores, y no consideran que sean necesarias disciplina, mortificaciones o penitencia..."

Todos estos hechos acompañarán la historia humana hasta conducirla a la Gran Tribulación que nos describe el Apocalipsis.

Pero no se trata sólo de la historia de la Iglesia. Toda la humanidad se verá inmersa en un proceso de deterioro que, si bien es simultáneo al de Roma, no dejará de desarrollarse por sus propios cauces. Ana Catalina destaca diferentes partes del mundo, entre ellas España, y también Alemania, Francia y Rusia. Sobre esto último, Ana Catalina afirmó que vio al diablo riéndose entre las torres del Kremlin, desde donde “traerá consigo muchos males, y actuarán por todas partes... todo era oscuro y amenazante...”

Junto a todas estas visiones, el cumplimiento de no pocas de las cuales son fehacientes recordatorios de su gravedad, Ana Catalina Emmerick también fue testigo de los episodios bíblicos, desde el principio de los tiempos hasta su fin. La veracidad de algunos de ellos ha sido contrastada con descubrimientos arqueológicos; El resultado fue sorprendente.

El 3 de octubre de 2004, ciento ochenta años después de su muerte, el Papa Juan Pablo II beatificó solemnemente a Ana Catalina Emmerick.